Reflexiones sobre la realidad democrática salvadoreña en el contexto de la "nueva política" y la "post-verdad".

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Reflexiones sobre la realidad democrática salvadoreña en el contexto de la "nueva política" y la "post-verdad".




Para fortalecer las normas democráticas de convivencia en los países latinoamericanos, lo urgente y esencial desde el punto de vista de respetar estas reglas del juego en la vida pública es comprender la importancia de una estrecha cooperación entre los científicos políticos/analistas, los políticos y sin olvidar por supuesto, los ciudadanos. Esta base de cooperación entre todos en la sociedad (que debería ser esencial) fortalecerá los procesos democráticos y facilitará las reglas del juego para todos, contribuyendo a un orden duradero y normas transparentes en la vida pública.
Todos los actores públicos deben ser conscientes de que la consolidación de la democracia no ocurre de una vez por todas, y que los procesos de transformación y democratización deben ser apreciados por todos, valorados y bien protegidos. Todos los ciudadanos deben ser conscientes de la complejidad, la sutileza y la incertidumbre de la acción política, especialmente los políticos que deben recordar que existe un marco riguroso para analizar e interpretar las acciones políticas.
¿Cómo fortalecer la democracia salvadoreña para que se convierta en un elemento inseparable de la vida pública y de un moderno sistema justo de normas cívicas? ¿Qué se puede hacer para que este país sea moderno y dedicado a los principios de la democracia civil?
¿Cómo arraigar las reglas democráticas en la vida pública en los países de América Central, qué hacer para que la democracia se convierta en una forma de vida y una forma digna de formular políticas?

¿Qué se puede hacer para que los valores democráticos estén presentes en la vida de todos los salvadoreños todos los días y que no sean un lujo o un valor declarado en el papel?
El estado, junto con todas las funciones que representa, debe involucrarse urgentemente en el fortalecimiento de la sociedad civil, porque no habrá una democracia bien consolidada sin una sociedad civil firme. Este tipo de relación es una garantía de armonía permanente entre las necesidades diversas y cambiantes de muchos entornos dentro de la sociedad y el mundo cambiante con sus continuas transformaciones en la era de las noticias falsas. Una sociedad civil que funcione bien ayudará a proporcionar las condiciones necesarias para una democracia estable y el diálogo entre las diversas partes de una sociedad cambiante. Facilitará el avance de la confianza social en el Estado y sus funciones que ejerce, haciendo que los ciudadanos sientan solidaridad y gratitud. De esta manera, las vidas de los habitantes mejorarán.
Después de las últimas elecciones, nace la esperanza de profundizar el sistema democrático en El Salvador, lo que podría significar el fortalecimiento de las políticas e instituciones públicas. Con la mejora de las prácticas democráticas y la evolución de los propios políticos, sería posible aumentar la activación de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones, políticos y sociales.
El Salvador estaba enfrentando a un hartazgo político-social desde las décadas, un debilitamiento de la vida pública y de la participación ciudadana: todos estos elementos deterioraban la calidad de la convivencia cívica y sus normas, limitando la vida pública y la participación ciudadana en los procesos políticos. Ahora, el fenómeno de Bukele (que es parte de los últimos fenómenos vistos en el escenario mundial de la política) trae aire fresco a El Salvador. Con las nuevas prácticas en el ámbito de la vida pública que se generan o evolucionan junto con los políticos, también hay ambiciones de varios grupos sociales para convertirse en una ciudadanía y responsabilidad más activa. Esto se traduce en planes de colaboración que robustecerán claramente la gestión de la manera más efectiva, promoverán la libertad de expresión, respaldarán las reformas de la participación ciudadana y las transformarán en procesos más transparentes, participativos e inclusivos, etc.
Es obvio que los fenómenos globales (incluyendo nuevos tipos de liderazgo en política, nuevas formas de hacer la política y presentarse a la opinión pública a través de sus ideas o programas) afectarán cada vez más los procesos políticos internos en la región iberoamericana. La rápida explosión de las tecnologías modernas en los campos de la comunicación, los sistemas educativos y el desarrollo intelectual de los ciudadanos, la urbanización y el sistema moderno de atención médica aumenta significativamente la capacidad de los ciudadanos para actuar en la vida pública, participar con mayor energía y decidir libremente los aspectos que más les afectan. Esta serie de cambios en las sociedades y el fenómeno de la globalización trae consigo la posibilidad de intercambiar experiencias e integrar las buenas prácticas en el ámbito de la vida pública,  haciéndolas más transparentes, accesibles para los ciudadanos y más justas.
La transparencia es la clave para el éxito de la democracia en todos los países, El Salvador no puede ser una excepción a esta regla. La transparencia, la democracia y la ciudadanía son aspectos intrínsecamente / inseparablemente vinculados que expresan las funciones básicas de las sociedades modernas. Para combatir la corrupción, se debe fortalecer el control jurídico-normativo para prevenir y castigar las infracciones. El Salvador, en la era actual de cambios políticos y quizás estructurales, debería comprometerse de forma inmediata a implementar un marco legal que facilite la lucha contra la corrupción, así como el funcionamiento de las organizaciones de la sociedad civil que supervisarán los procesos de toma de decisiones en la política.
¿Cuál es el papel de la transparencia en la democracia? Este valor ayuda a los ciudadanos a juzgar a los políticos en el poder, gracias a los cuales pueden ser recompensados o castigados. La transparencia es una forma de responsabilidad y control de las autoridades en la esfera pública, debe fortalecer la confianza de los ciudadanos en la autoridad pública.
Las reglas de transparencia en la vida pública deben enseñar buenos hábitos y comportamiento apropiado, especialmente los políticos, absteniéndose de usar fondos públicos para su propio beneficio personal. Probablemente, las malas prácticas en el pasado todavía están arraigadas en las formas de gobernar en El Salvador (y en toda Centroamérica), pero los nuevos medios, junto con las nuevas formas de comunicación y el resurgimiento de la sociedad salvadoreña, que actualmente está despertando después de años de apatía y un gran hartazgo político-social, les recordarán a los políticos que solo son funcionarios públicos y que no poseen fondos públicos ni activos materiales.
Actualmente, El Savador debe monitorear los nuevos fenómenos que han entrado en la escena política salvadoreña con ímpetu, y estar preparado para una serie de sacrificios en la era de un posible proceso de transformación estructural que podrá iniciar una verdadera lucha contra las corrupciones políticas.
Vivimos en una realidad muy interesante, muy curiosa desde un punto de vista científico y muy peculiar de "post-verdad": el valor de la verdad se ha debilitado, ya no existe una política "tradicional", estamos experimentando "nuevas políticas- la política online", valorada en "likes" y "shares". Un gran desafío es mejorar el acceso y la calidad de la información para los ciudadanos. Aparecieron nuevos candidatos, 'no tradicionales', pero no necesariamente "mileniales". Desafortunadamente, existe el fenómeno de las "noticias falsas", lo experimentamos como ciudadanos todos los días, por demasiadas veces. Estamos presenciando una serie de mensajes falsos, no verificados en las fuentes.
Con la aparición de nuevos fenómenos, los candidatos "forasteros" / "outsiders", auto-denominados a veces "independientes" que definen los procesos electorales (el caso de Trump y Bolsonaro, por ejemplo) están surgiendo nuevas expectativas en las sociedades, nuevos movimientos y organizaciones (sociedades civiles). Aparecen personas con aspiraciones de redefinir políticas antiguas y sistemas tradicionales corruptos. Surgen oportunidades para cambios estructurales, pero también emergen riesgos de nuevos engaños en las escenas políticas: engaños populistas.


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